sábado, 21 de julio de 2012

El árbol de naranjas

que habitó un jardín frente a mi casa, me hizo acordar durante dieciseis años al mandarino de la infancia. Por las hojas brillantes, por los azahares,  por el tronco chico... por el paisaje anaranjado. Y cada vez que salía de casa se me venía a la garganta el sabor agrio que entrecerraba los ojos y el olor de la cáscara al romperse que sigue siendo el mejor aroma del mundo. Durante los últimos 4 años el mismo árbol me hizo acordar a vos por aquello que alguna vez, no demasiadas, te oí cantar.
Ayer cuando llegaba una topadora hacía su trabajo. Conozco el ruido de la muerte quebrándose en las ramas.
No pude mirar. No pude caminar por el pasillo ni subir la escalera sin llorar. 
En el fondo de aquella casa todavía me paro bajo la sombra que no existe. Lo visito aún desde su nada.
A partir de ahora cada vez que vaya o vuelva de algún lugar tal vez te siga recordando por la ausencia del árbol... que ahora se parece a la tuya

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